¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada?
(Romanos 8,35)
“¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?”
(Palabras de la Virgen a San Juan Diego en el cerro del Tepeyac, cerca de Mexico, en el siglo XVI)
El amor de Cristo por excelencia es el amor maternal de María. Y en estos momentos en que la incertidumbre de la enfermedad nos hace recluirnos y alejarnos de nuestros hermanos, el mandamiento del amor nos debe acercar a todos. Hoy somos todos mexicanos. Pues para el Amor no hay enfermedad. Aunque sea el egoísmo y el miedo una enfermedad en si mismas y demasiado contagiosas.
"¡No teman!", (San Mateo 14,27)
nos dice Jesús desde el Evangelio. Y nos lo repita María con su presencia amorosa.
“Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige, no se turbe tu corazón, no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te apene ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad … (Nican Mopohua)
¡Esa es la gran noticia que debemos dar al mundo! Dios nos ama y nos cuida y nada de lo que ocurre está alejado de su mano. Y tan grande ha sido el Amor de Dios que nos dio a su Hijo único. Y tan grande es el Amor de Cristo, que nos dio a su Madre única.
"¡No teman!"
Ella está con nosotros. Es nuestra Madre y madre de todos los hombres. Digámoslo y anunciémoslo sin miedo. Tenemos una madre dulce cuyo nombre es María. Y Ella es la Madre de Dios e intercede ante su Hijo por nosotros.
Santa Virgencita de Guadalupe, Dulce Morenita del Tepeyac, “Niña mía, la mas pequeña de mis hijas” (San Juan Diego), bajo tu manto nos reunimos y confiamos en ti que eres nuestra madrecita.
- Claudio* -
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