“Y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos”
(Evangelio según San Lucas 2,35)
Era necesario que el Señor fuera levantado en alto en la Cruz, de lo cual fue figura la serpiente que levantó Moisés en el desierto, para que la Salvación llegara a todos los hombres. Y en medio de la insensatez que lo levantó en alto, pensando que triunfaban cuando el que triunfaba y reinaba era El, era tambien necesario que Ella estuviera al pie de la Cruz. De pié. La Mujer en alto. Distinto a aquella Eva que cayó por tierra.
Una hija de reyes está de pie a tu derecha: es la Reina, adornada con tus joyas y con oro de Ofir. (Salmo 445,10)
No es posible acercarse a la Luz si uno no se deja revestirse de esa misma Luz. Y de las innumerables personas que miraban alrededor de la cruz solo Ella se mantuvo en pie. Y por Ella, el discípulo amado también se mantuvo en pie.
Las comunidades cristianas que han olvidado a Maria, terminan tarde o temprano olvidando a la Cruz. Pues para mantenernos en pie cerca de la cruz, necesitamos a Maria. La Reina a la derecha del Rey. Adornada con las mismas joyas de dolor del Rey. Las llagas exteriores e interiores de Cristo adornando el Corazón Inmaculado y lacerado de la Madre.
En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios (San Juan 3,21)
Y en su Corazón traspasado de dolor están las innumerables espadas de quienes ponen de manifiesto las verdaderas intenciones de sus corazones. Intenciones que se disfrazan de luz pues dicen querer y aspirar al Cielo, pero salteándose la Cruz del Maestro e ignorando a su Madre. ¿No se acercan a Ella por temor a que sus obras sean descubiertas …? (cfr. San Juan 3,20)
Danos Señor un corazón semejante al tuyo. Haznos dignos de llamarnos discípulos tuyos e hijos de tu Madre. Haz que vivamos cerca de tu Luz, a ejemplo de Maria. Derrama Señor, en medio de la insensatez de un mundo que te sigue condenando, la sensatez del amor, el silencio y la fidelidad de la Santa Madre de Dios.
“La luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.”
(Evangelio según San Juan 3, 19-21)
Era necesario que el Señor fuera levantado en alto en la Cruz, de lo cual fue figura la serpiente que levantó Moisés en el desierto, para que la Salvación llegara a todos los hombres. Y en medio de la insensatez que lo levantó en alto, pensando que triunfaban cuando el que triunfaba y reinaba era El, era tambien necesario que Ella estuviera al pie de la Cruz. De pié. La Mujer en alto. Distinto a aquella Eva que cayó por tierra.
Una hija de reyes está de pie a tu derecha: es la Reina, adornada con tus joyas y con oro de Ofir. (Salmo 445,10)
No es posible acercarse a la Luz si uno no se deja revestirse de esa misma Luz. Y de las innumerables personas que miraban alrededor de la cruz solo Ella se mantuvo en pie. Y por Ella, el discípulo amado también se mantuvo en pie.
Las comunidades cristianas que han olvidado a Maria, terminan tarde o temprano olvidando a la Cruz. Pues para mantenernos en pie cerca de la cruz, necesitamos a Maria. La Reina a la derecha del Rey. Adornada con las mismas joyas de dolor del Rey. Las llagas exteriores e interiores de Cristo adornando el Corazón Inmaculado y lacerado de la Madre.
En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios (San Juan 3,21)
Y en su Corazón traspasado de dolor están las innumerables espadas de quienes ponen de manifiesto las verdaderas intenciones de sus corazones. Intenciones que se disfrazan de luz pues dicen querer y aspirar al Cielo, pero salteándose la Cruz del Maestro e ignorando a su Madre. ¿No se acercan a Ella por temor a que sus obras sean descubiertas …? (cfr. San Juan 3,20)
Danos Señor un corazón semejante al tuyo. Haznos dignos de llamarnos discípulos tuyos e hijos de tu Madre. Haz que vivamos cerca de tu Luz, a ejemplo de Maria. Derrama Señor, en medio de la insensatez de un mundo que te sigue condenando, la sensatez del amor, el silencio y la fidelidad de la Santa Madre de Dios.
- Claudio* -
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